Al transitar por cualquier carretera del país de las llamadas primarias, que conectan las principales regiones y ciudades. por donde se moviliza un 90% de la carga que abastece la nación, es común ver en acción cualquier cantidad de maquinaria de construcción. Casi todas son último modelo, de todas las especies ,tamaños y colores. Sin embargo ocasionalmente entreverada, entre sus parientes recién estrenadas, se destaca alguna sobreviviente de los años 70 y 80. Estas veteranas a pesar de tanto trajín siguen en buena cantidad, operando con una eficiencia aceptable.
No tienen ellas ningún sistema computarizado. Tampoco inyección electrónica de combustible, ni una cabina insonorizada con aire acondicionado. Pero a la hora de «camellar» como dicen sus operarios se caracterizan por su ímpetu imparable además de un ruido ensordecedor que ya las nuevas generaciones no produce. No es fácil conseguirles piezas de recambio, por esto, existe un mercado por lo general ilegal, de órganos extraídos a alguna de sus contemporáneas, que al final sucumbió después de duras batallas.
A estas alturas ni sus mismos fabricantes, si es que existen todavía, las quieren atender, No es rentable fabricar y mantener repuestos que poco se van a requerir. Los técnicos mecánicos súper capacitados de ultima generación que los representan, no tienen donde conectarles un escaner, que en las maquinas modernas les indica cualquier falla. Se debe acudir al mecánico sesentón quien arriba al sitio en su carrito modelo 80 y al minuto ya tiene el diagnostico de la falla. Su dictamen se basa en un ruido característico que solo el identifica y lo corrobora el operario, contemporáneo suyo. Los jóvenes no se suben a estas decanas ni por castigo. Se acostumbraron a oprimir botones en un tablero que parece de nave espacial y no quieren mover palancas ni tirar de guayas para ejecutar su trabajo.
A estas viejitas ya no les interesa cual es su consumo de combustible. Tampoco les trasnocha el concepto de vida útil o relacíón costo beneficio. Pero cuando se dice trabajo duro siempre están listas a pesar de que muchas veces se deban iniciar ( ayudarles en el encendido con baterías de otra maquina) o fulear ( completar los niveles) los depósitos de lubricantes que siempre presentan fugas o consumos de sus fluidos de trabajo.
En unos 20 años esta generacíón ochentera todavía estará funcionando. Las modelo reciente solamente logran alcanzar su vida útil nominal para aterrizar en los depósitos de chatarra. Lo único que podrá sacarlas de circulacíón va a ser la ausencia total de un valiente que se atreva a operarlas.